Dentro del término “lengua” existe una sorprendente dinámica del quehacer humano; en ella se reflejan los distintos matices de experiencias culturales que permiten adentrarse en la historia y la cosmovisión de sus hablantes y comprender las asombrosas diferencias que hacen de cada lengua una entidad única. Es gracias a la lengua que podemos acercarnos verdaderamente al sentido de los pueblos.

Esencialmente, dentro de cada lengua se encuentra una valiosa manifestación de vida, representa un registro de construcciones ancestrales, de costumbres y de valores. Además, es la lengua la que permite que el ser humano se comunique y viva en sociedad. La lengua ha acompañado a la humanidad a través de la historia, convirtiendo lo ideal en algo real.

En el mundo existen alrededor de 6500 lenguas. Desgraciadamente, más del 50% de ellas enfrenta algún grado de peligro. Según Unesco, cada quince días se pierde una lengua y, con ello, un cúmulo de conocimientos y de prácticas socioculturales irrecuperables.

Son varias las razones que llevan a una lengua a su desaparición: la falta de transmisión intergeneracional, la prevalencia de otras lenguas consideradas de prestigio en el ámbito educativo, los medios masivos de comunicación, y el acceso a las nuevas tecnologías.

Con el afán de frenar la desaparición de las lenguas, en 1996 se reunieron en Barcelona 61 organizaciones no gubernamentales y alrededor de 80 expertos en derecho lingüístico de todo el mundo y, con el apoyo técnico de la UNESCO, esta Asamblea aprobó la Declaración Universal de Derechos Lingüísticos (DUDL), que da las pautas para el respeto y reconocimiento de todas las lenguas en el mundo.